Baldomero Alejos nos Muestra Ayacucho

Ayacucho, pequeña localidad peruana que vivió lo mejor y lo peor del siglo XX. Épocas de gran desarrollo económico y tiempos de guerra civil conforman la historia de este lugar. Pero no fue hasta 2000 que se da inicio a la etapa de estabilización y recuperación de los negativos del trabajo del fotógrafo peruano Baldomero Alejos, transformándose en la única fuente de historia y costumbres de este pueblo perdido.Desde 1924 y hasta 1976, el nativo de Amaupata se dedicó por completo a registrar la vida cotidiana de esta comunidad. Grandes familias terratenientes, entre las que destacan los Parró, Protzel, Añaños, Canales y Alarcón, junto a campesinos e indígenas tuvieron que posar ante la ingeniosa e intimidante lente de Alejos.Este es el trabajo que la Estación Mapocho ofreció en la sala de fotografía Joaquín Edwards Bello durante el mes de abril. Impresiones hermosas y de gran calidad no permiten pensar que se trata de negativos casi perdidos, de películas del siglo pasado que por poco no salen de la colección personal del hijo del fotógrafo, Walter.Gran tratamiento del blanco y negro demuestran la experticia de este fotógrafo que sólo terminó la educación primaria. A pesar de la fotografía estar, principalmente, en manos de burgueses europeos, Alejos no titubeó en su labor, llegando a producir más de 60 mil valiosas imágenes.La identidad de este pueblo es tan bien mostrada que sin problemas pasamos de las altas clases a los pobres que no tienen ni zapatos, lo que da cuenta de la compleja sociedad que en esos años existía, no sólo en Perú, sino en toda Latinoamérica. Así el testimonio se transforma en la propia historia del continente, en sus costumbres cristianas de Semana Santa, en las ropas de fiesta, en las miradas honestas pero asustadas de hombres y mujeres, en la alegría de las familias, en la desesperación de los pobres y en las prácticas sociales que parecían tan locales y aisladas pero que se expresan en toda una cultura latino-indígena.Incluso de antropológico y sociológico se ha tildado el trabajo de este fotógrafo. Pero no por eso estamos hablando de un discípulo del naturalismo estético. El peruano también destaca por ser un maestro del retoque de luz y de las características físicas de sus retratados. Él mismo dice: “más cabello para quien le faltara, uniformidad facial para quien no la tenía y asesino de arrugas de vanidosas mujeres”.De esta manera cobran vida sus fotografías, en una mezcla de testimonio fiel de la realidad y un manejo estético en pos de la identidad propia del pueblo de Ayacucho. Trabajo insuperable si queremos entender un poco más sobre lo propiamente latinoamericano, lo que nos une como cultura y que, tantas veces debido a la interconexión global, parece haber sido olvidado.

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